Homilía en la misa de Acción De Gracias por los dos primeros Santos Venezolanos, iniciativa del Sr. Cardenal de Madrid, D. José Cobo, en la Catedral De La Almudena, a cargo del Cardenal Baltazar Porras Cardozo. Madrid, 22 de octubre de 2025.
Muy queridos hermanos devotos de San José Gregorio Hernández y Santa Carmen Rendiles, presentes en esta hermosa catedral, y un saludo fraterno a quienes nos siguen a través de las redes en muchas partes del mundo para unirse a esta acción de gracias.
Con el salmista cantaremos eternamente las misericordias del Señor. Agradecemos al Papa León XIV y a la memoria del Papa Francisco que nos hayan regalado en este año santo jubilar nueve nuevos santos a la Iglesia universal. Todos ellos, hombres y mujeres de a pie, bautizados sin responsabilidades en la institución eclesial, con la excepción del obispo mártir armenio, ponen en alto la condición bautismal que es la que nos impulsa a ser protagonistas, misioneros, que abren puerta a la esperanza trascendente.
Quiero hacer mención especial del Sr. Cardenal José Cobo, arzobispo de esta archidiócesis, quien no está presente físicamente pues le surgieron compromisos en Jaén, su tierra natal, y por mis compromisos en Isnotú el próximo domingo, ya que no encontramos otra fecha; pues fue iniciativa personal de él dar acción de gracias por los dos santos nacidos en nuestra tierra y animar más la presencia de venezolanos que han hecho tienda en esta ciudad y colaboran con entusiasmo en diversas iniciativas pastorales. Oremos por él, por su obispo Auxiliar D. Vicente Martín, aquí presente y por Madrid que acoge día a día a centenares de venezolanos que buscan refugio y acogida en esta tierra hermana. Dios le pague, querido hermano, y junto a él, a tantos sacerdotes, religiosos/as, laicos que se esfuerzan en ser samaritanos que curan heridas y con solidaridad envidiable tienden la mano a los migrantes de muchos países, incluidos los nuestros.
Gracias también a todos los que han participado en la organización de esta Eucaristía, en la que el único protocolo es el de estar aquí, con ánimo sinodal, pues quieren expresar comunitariamente, la fe en Jesús, en su Iglesia, en sus santos, convocándonos a cada uno de nosotros a ser sus testigos que recibimos el encargo de no dejar en saco roto la gracia recibida para darnos la fortaleza necesaria para vivir en plenitud las exigencias de la fe recibida de nuestros mayores.
Roma fue en estos días un río de peregrinos, sedientos del amor de Dios que se derramó en abundancia sobre José Gregorio y Madre Carmen. Actos piadosos, vigilias, actos académicos y culturales, pero sobre todo, amor al prójimo, en la sencillez de gestos que revelan algo grande. “Ningún gesto de afecto, ni siquiera el más pequeño, será olvidado, especialmente si está dirigido a quien vive en el dolor, en la soledad o en la necesidad” (Dilexi te, 4).
La lectura del Levítico que acabamos de escuchar nos llama a ser santos porque el Señor es santo. Pero la condición es no odiar de corazón al hermano, reprender al prójimo para no hacerse cómplice de su pecado, no vengar a los hijos de tu pueblo, ni guardarles rencor. Porque hay que amar al prójimo como a uno mismo, porque así es el Señor. Es el llamado que nos hizo el Papa Francisco cuando nos llamó a ser felices si trabajamos por la paz. “El mundo de las habladurías, -nos dice el Papa-, hecho por gente que se dedica a criticar y a destruir, no construye la paz. Esa gente más bien es enemiga de la paz y de ningún modo bienaventurada” (Gaudete et exultate, 87). Es así como podemos cantar eternamente las misericordias del Señor (salmo 88).
El Señor da la victoria a sus fieles nos dice el Apocalipsis cuando nos ve vestidos de blanco y se pregunta de dónde hemos venido y por qué estamos vestidos así. Y contesta el Señor, “estos son los que vienen de la gran tribulación y han lavado y blanqueado sus vestiduras en la sangre del Cordero”. Somos llamados al perdón y la misericordia que no puede dejarnos indiferente. Que no seamos promotores o cómplices de corrupción, nos dice de nuevo el Papa Francisco, pues “esta llaga putrefacta de la sociedad es un grave pecado que grita hacia el cielo y mina desde sus fundamentos la vida personal y social. La corrupción impide mirar el futuro con esperanza porque con su prepotencia y avidez destruye los proyectos de los débiles y oprime a los más pobres” (Misericordiae vultus, 19).
Nuestra tarea nos la señala el parágrafo de San Lucas en el Evangelio, cuando nos pregunta a cada uno de nosotros “¿Quién dice la gente que soy yo?”. Nos cuestiona este interrogatorio porque tenemos la tentación de hacernos una imagen de Jesús a nuestra medida, con lo que nos convertimos en falsificadores del Evangelio. El Señor responde rápidamente, “el que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, que tome su cruz y me siga”.
Hagamos nuestra, hermanos, la hermosa reflexión del Cardenal Pietro Parolin quien fue nuncio en nuestro país durante cuatro años antes de ser llamado por el papa Francisco a ser su mano derecha. Nos dijo: “sólo así, querida Venezuela tu luz, -la de Jesús-, brillará en las tinieblas, tu oscuridad se volverá mediodía. Si escuchas las palabras del Señor que te llama a abrir las prisiones injustas, hacer saltar los cepos, dejar libres a los oprimidos, romper todos los cepos. Sólo así, querida Venezuela, podrás responder a tu vocación de paz si la construyes sobre los cimientos de la justicia, de la verdad, de la libertad y del amor del respeto a los derechos humanos, dejando espacios de convivencia democrática, haciendo prevalecer lo que une y no lo que divide, porque así la oscuridad se volverá mediodía”.
Antes de continuar, queridos hermanos, en el silencio de nuestra mente y corazón, abrámonos con sinceridad a su llamado. José Gregorio es un santo de hoy porque sus virtudes son las que nos hacen falta para ser mensajeros de paz y esperanza: convivir y compartir sin distingos de pensamiento. Así fue como junto a otros médicos de su tiempo los unió la salud del pueblo. No hizo distinción de pobres y ricos. A todos atendió por igual, no aceptando sino la tarifa de su consulta para quienes podían y dando de su propio peculio a los más necesitados hasta comprando y llevando a su casa los medicamentos. Fue hombre de estudio y reflexión, de oración sencilla y profunda. En todos veía el rostro de Jesús sufriente y lo seguía sin mezquindad. Fue hombre de paz por lo que ha merecido ser copatrono de la cátedra de la paz de la Pontificia Universidad Lateranense. Su vida la ofreció si servía de algo para que cesara la primera guerra mundial y así fue. Qué mejor ejemplo para nosotros.
Por su parte, Madre Carmen Rendiles encontró en la oración que la educación era una de las expresiones más altas de la caridad cristiana. “una misión de amor, porque no se puede enseñar sin amar…su pedagogía era sencilla: cercanía, paciencia, dulzura…para la fe cristiana, la educación de los pobres no es un favor, sino un deber” como nos lo pide el Papa León en Dilexi te (68 y 71).
Queridos hermanos todos, que esta celebración que compartimos agradecidos con la iglesia hermana de Madrid nos impele a todos a ser protagonistas, misioneros, alegres y sinceros, amantes de la verdad y la trascendencia. Que en el calor y agobio de las dificultades de la vida cotidiana estemos seguros que este oasis que estamos viviendo nos dé vigor y fortaleza para seguir construyendo un mundo más fraterno y esperanzado. Que en ello nos acompañen siempre el amor maternal de la Virgen de Coromoto y de La Almudena, junto con las otras devociones que tenemos en el alma: Nuestra Señora del Valle, la Chinita, la Divina Pastora, la Consolación de Táriba, la Virgen del Carmen y tantas otras que compartimos con nuestros hermanos de muchas nacionalidades en esta metrópoli acogedora de Madrid. Que así sea.
Fotos Pbro Pablo Ovalles-Madrid22-10-2025