Por: Bernardo Moncada Cárdenas…
El poeta y visionario francés Charles Péguy canta al Padrenuestro, como “astucia” de Jesús para acercarnos al Padre. Su alegoría de las aves que migran en el cielo, formando la conocida “v”, sirve para ilustrar el vuelo de las almas hacia Dios. En el vértice, el ave más fuerte hiende la resistencia del aire, aligerándola para las que, siguiéndola en la bandada que se ordena en dos ramales, pueda seguir la larga travesía con menor esfuerzo. El vértice son las manos del Cristo unidas en oración. Luego van las plegarias de los santos y las nuestras.
La muy esperada canonización de José Gregorio Hernández (cuya figurita ya destacaba en altares domésticos, con curaciones prodigiosas que llenan de exvotos su casa en el apartado Isnotú), y la ágil canonización de la Madre Carmen Rendiles, no significa que se hayan transmutado en santos por un acto protocolar y clamoroso; significa que la Santa Sede reconoció una condición que en ellos ya existía, conocida por sus circunstantes y favorecidos.
En adelante, como las cinco canonizaciones que acompañaron a los primeros santos venezolanos, su proyección, en benéfico influjo y justos ejemplos, se extienden al mundo. Son protagonistas universales; parte de las “aves” que, volando tras Jesús, tienen como tarea aligerar la resistencia del aire para que, quienes las sigamos, podamos también volar.
La reacción a la ceremonia que incluyó, definitivamente, a dos de nuestros compatriotas en el elenco de los santos universales, ha sido calurosa y expresiva, característica de nuestro temperamento. Silvia Correale, postuladora vaticana del proceso de reconocimiento de José Gregorio Hernández declaró, tras la explosión de júbilo, que en sus largos años de trabajo nunca vio una devoción igual. La nación entera queda en un estado de euforia que durará.
Antes de que esta exaltación se calme, cabe preguntarnos ¿qué ha cambiado en la relación de estas dos señeras figuras, respecto al mundo y específicamente a Venezuela, con sus respectivas canonizaciones? ¿Para qué es la santidad, canónicamente reconocida?
San Pablo llama «santos» a todos los cristianos, ya que él considera que son «los santificados en Cristo Jesús». Y, de hecho, todos los bautizados estamos llamados a la santidad.
Recientemente lamentaba el querido Papa Francisco, en Exhortación “sobre el llamado a la santidad en el mundo actual” de 2018, que «hemos hecho de la santidad una meta inalcanzable, la hemos separado de la vida de todos los días, en vez de buscarla y abrazarla en la cotidianidad, en el polvo del camino, en los afanes de la vida concreta…»
Lamentable, pues no se nos excluye ni excusa del llamado a la santidad, y la histórica figuración de estos dos venezolanos, lejos de subirlos a un altar para que sean imágenes inalcanzables, los pone bien al lado nuestro, apoyos en la travesía hacia nuestra verdad, nuestra luz, nuestro cumplimiento. La santidad no es oficio de pocos ni piezas de museo. El santo no es un superhombre, el santo es un verdadero hombre, porque se adhiere a Dios, y la consecuencia más inmediata de este espectáculo es su paz, su unidad de conciencia.
Para la santificación deben practicarse las llamadas virtudes heroicas. En su discurso a los venezolanos presentes en la canonización, expuso el Papa León: «Cabría preguntarse, ¿cuáles son esas virtudes que deben motivarnos? Ciertamente la fe” … Dios estaba presente en sus vidas y las transformaba, haciendo de la sencilla existencia de una persona normal, como cualquiera de nosotros, una lámpara que en lo cotidiano iluminaba a todos con una luz nueva».
Virtudes como prudencia, justicia, fortaleza y templanza, pueden caracterizar también a héroes distinguidos como figuras históricas, pero la fe, como reconocimiento de la presencia de Cristo en la vida, hace al santo; de allí brotan su esperanza y su caridad; no una esperanza ilusoria y una caridad condescendiente, sino virtudes que nacen de participar en la mirada de Jesús, como las demás.
Santa Madre Carmen Rendiles, y San José Gregorio Hernández, serán precursores de nuevas beatificaciones y canonizaciones. Ellos atravesaron tiempos duros, enfrentaron contratiempos y vivieron atmósferas de hostilidad, con una conjunción de serenidad y ardor que los hace atrayentes, fascinantes aún para quienes no les comprendieron.
Hoy nos desafían a vivir una realidad no menos complicada y ser nosotros personas que iluminemos a todos con una luz nueva. El mundo y el país los necesitan… ¡Y nos necesitan!
22-10-2025
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